sábado, 17 de agosto de 2013

¡Vaya marrón!

Málaga, algún momento de otoño o invierno de algún año de la década de los 90, sobre las 7 y media de la tarde:
Mi padre conducía, eso es seguro. Creo además que iban mi madre y mi hermano. Quizás también mi abuela. Es posible que fuéramos a visitar a alguien. Yo miraba por la ventanilla del coche (¿el Seat 131 Supermirafiori, el Renault 21 ranchera?) y me fijaba en el campo. Había hierba o quizás no era hierba sino hierbajos, pero eran verdes. Pensé en la fama de seca que tiene mi tierra. Quizás recordé los verdores del viaje de fin de estudios del año 89 allá por Galicia. Ciertamente Málaga no sería La Coruña, pero también podía mostrar algo de verde cuando se lo proponía ... el tiempo.

Viena-Bratislava, algún lunes del verano de 2009, sobre la 1 de la tarde:
Conducía "mi chófer". Perdón, conducía el chófer del taxi, ingeniería alemana en su interior, que me había recogido en el aeropuerto de Viena con la intención de llevarme a Bratislava. Yo leía intermitentemente (bondades de la biodramina) y también intermitentemente veía generadores de energía eólica, molinos de viento para entendernos y campo, mucho y verde campo. Nada que ver con el que hubiera podido ver el fin de semana anterior en el que el guerrero reposaba en Málaga. Ciertamente Málaga málaga podía mostrar algo de verde cuando se lo proponía, pero desde luego en verano es particularmente difícil. Inútil la comparación ya sea con La Coruña, con Viena o con Bratislava.

Málaga, 14 ó 15 de agosto de 2013, sobre las 7 y media de la tarde:
Iba conduciendo de vuelta a casa mi coche de marca japonesa cuando, desde la autovía, divisé el campo quemado inclementemente por el sol de junio, julio y agosto. Evidentemente no hice una foto pero debía parecerse a estas que he encontrado en internet buscando "Campo en verano"
http://palomatorrijos.blogspot.com.es/2012/07/verano-loranca-del-campo-cuenca.html

A nadie se le escapará que se trata de Cuenca que no es exactamente Málaga pero yo creo que para hacernos una idea puede bastar. Curiosamente paso por ahí cada día y siempre veo el campo, imposible no verlo. La única diferencia es que esta vez me fijé. O eso o esta vez la combinación de tonalidades acres era especialmente arrebatadora. Elíjase la versión que se prefiera pero la innegable conclusión es que estoy escribiendo sobre ello.

La memoria es una compañera de la que hay que desconfiar pero si tuviera que hacerlo con la mía diría que en primera instancia había campo descuidado, matorrales a los que las lluvias dieron vida y a los que el sol se la quitó. Algo más alejado podía haber campo algo más cuidado, matorrales a los que las lluvias dieron vida y a los que una máquina concebida a tal efecto había cercenado facilitando así la labor del sol a la vez que procurando una visión mucho más ordenada. Por último, al fondo, algo de verde. Quizás algún regadío, quizás algún árbol, quizás ambos, procurando un contraste parecido al que se puede encontrar en platos compuestos con alimentos salidos de ese "algo de verde". El rojo del tomate, el verde de la lechuga, el verdiblanco del pepino o hasta el amarillo del maíz. Y digo solo parecido porque en este caso la variedad era solo bicromática, marrón y verde, más marrón que verde pero con el verde sobresaliendo sobre el marrón cuando se miraba a los dos a la vez.

Ciertamente esa imagen no pudo sino evocar en mí recuerdos de otros verdes, verdes que impresionaron mi retina hace unos veinte y cuatro años respectivamente. ¡Vaya marrón! .... y ¡vaya verde!

Un saludo, Domingo.

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