sábado, 17 de agosto de 2013

París 20 años después

Brevemente, ha sido un tanto decepcionante, no puedo negarlo. Aunque es cierto que hace ya 20 años que fui, lo vi con ojos de estudiante que no había visto mucho más y fueron solo dos o tres días, en mi memoria quedaron grabados el reloj del Museo Madamme D'orseau, El exterior de la catedral de Notre Dame, La Defense, algunos momentos en la Torre Eiffel y, sobre todo, el Sacre Coeur.

20 años después, mi impresión es que París no es tan caro como dicen. Centrándonos fundamentalmente en la comida, es caro sobre todo para beber, para beber lo que sea. En cualquier restaurante, el agua o el refresco de turno no bajan de los cuatro euros. Así pues, en una factura de 30 euros, posiblemente 8 son de bebida. Quitando la bebida, la comida me resulta solo ligeramente más cara que aquí. Roma sí que me resultó cara, la verdad.

Siguiendo con la comida, esto ha sido posiblemente lo que más me ha gustado del viaje. Igual que aquí hay treinta bares por metro cuadrado, allí hay restaurantes. En los días que estuvimos allí creo recordar que hemos probado la comida italiana, francesa, hindú, portuguesa, turca, los bocadillos (las baguettes) y la comida tailandesa si no recuerdo mal. Eso sin buscar mucho pues la mayoría tenía sus representantes junto al hotel.

Descendiendo en la escala, en el segundo puesto, el Sacre Coeur. Me gustó mucho ver que recordaba bien algunos detalles como los pintores haciendo caricaturas, las escaleras y demás. Me gustó mucho menos entrar y ver que es posiblemente la iglesia más mercantilizada que jamás haya visto. No cobraban una tarifa para entrar como podía pasar por ejemplo con la Sagrada Familia, ni tampoco para acceder a alguna zona en especial como en Saint Paul en Londres o el Vaticano. Sin embargo, toda la iglesia estaba llena de máquinas para encender velitas con una donación sugerida que rondaba los 10 euros y que la convertían en lo más parecido a una iglesia-casino que pueda concebir. A eso podemos añadir alguna foto con el próximo santo Juan Pablo II que me recordaba también a las colas del Vaticano para ver las tumbas papales. A pesar de ello, le sigo dando la segunda mejor nota del viaje.

En tercer lugar pondría a Notre Dame aunque tras ver iglesias y catedrales por toda Europa debo confesar que no me impresionó tanto. Ex-aequo, diría que La Defense, que ha evolucionado muchísimo en estos 20 años pero que también ha aguantado bien la comparación con el recuerdo.

En cuarto lugar diría que la Torre Eiffel y sus colas, de hecho ni subimos. Supongo que influyó mucho el hecho de que yo ya hubiera estado pero desde luego no quedaban muchas ganas de pasar varias horas en cola para subir. A eso debemos añadir el hecho de que, un par de semanas antes, fuera imposible sacar por internet entradas para subir.

Y por último, la ciudad en sí. En realidad es una comparación injusta porque no recordaba nada (al menos no mucho) de la ciudad en sí, ni entonces tenía una opinión formada (ni prejuicios) ni conocía el idioma. En cuanto al idioma, aunque de forma no fluida pero sí que me dio para que el idioma fuera algo a recordar en contra así que muy bien. Con respecto a la ciudad, hace tiempo que me declaré enamorado de las ciudades pequeñas que conservan su esencia. Eso prácticamente descarta cualquier gran ciudad y París lo es. Excesivamente grande a mi juicio. Los monumentos muy separados los unos de los otros (el sistema de metro muy bueno, eso sí, no podía ser de otra forma). Veinte años después, París me merece una opinión similar a Roma. Es una ciudad a la que hay que ir. Es una ciudad a la que hay que ir una vez y solo una vez. ¿Volver?. Algún día me gustaría volver a Dublín o Bratislava pero a París o Roma la verdad es que no, salvo que fuera por otros motivos distintos del turismo tal como lo practico ahora, claro está.

Un saludo, Domingo.

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