sábado, 25 de mayo de 2013

R E S P E C T

La entrada de hoy se titula como esa canción que tantas veces ha cantado Aretha Franklin (en youtube se pueden encontrar versiones suyas de casi cada década desde los 60 hasta ahora). Yo me quedaré con esta versión que me ha recordado aquella misa Gospel a la que asistí estando en Chicago, el año que viene hará 10 años. Y aquí la letra y una posible traducción.

Y todo esto por ... pues no por la letra de la canción, canción que no tengo claro si sigue siendo teniendo la misma vigencia que en los 60 aunque es posible que sí la tenga, con matices, pero la tenga. Pero no voy a meterme a consultor sentimental sino que simplemente quiero hablar del respeto a secas. Sí, eso que quiero pensar que nuestros padres más que menos tenían y que nosotros, menos que más, también tenemos.

En particular, en la última comunión que estuve sentí vergüenza ajena. Siempre he dicho que si yo fuera sacerdote, no sería de esos que piden a los padres que saquen a los bebés que lloran (los niños de 7 años que lloran podría ser otra cosa) porque los pobres no tienen conciencia ni culpa de nada. Pero en la ceremonia del otro día, no sé si habría bebés pero de haberlos eran los que menos ruido hacían, seguidos de cerca por los niños de 7 años. Los que hacíamos ruido éramos los mayores.

Vale que la acústica de nuestras iglesias (de cualquier lugar no específicamente acondicionado en general y las iglesias en particular) es horrorosa. Pero precisamente por eso deberíamos tener más consideración. Vergüenza ajena he pasado muchas veces por ese motivo pero, esta vez, posiblemente la que más.

Como muestra baste decir que, en un momento dado de la ceremonia, una de las niñas que hacía la comunión debía cantar. Pues bien, ni siquiera en ese momento la gente se calló. Ciertamente algunos lo hicieron y el nivel de ruido descendió algo pero seguía siendo muy complicado escuchar la maravillosa voz de la niña (otra cosa es si eso es solo por las ganas de lucimiento personal de los padre, pero ese tema lo dejaremos para otro momento).

Esa falta de respeto es lo que en mi antiguo trabajo denominarían una "causa común". No se le puede achacar a una única persona. El origen de la falta de respeto se encontraba oculto, densamente diseminado (si es que ello es posible) y a la vez profundamente enraizado en muchos de los que estábamos allí, empezando por mí mismo que estuve hablando con familiares al llegar, aunque sabía que la ceremonia había dado comienzo. Eso sí, tras el saludo, al darme cuenta de la situación guardé un silencio sepulcral con el fin de no convertirme en cómplice de aquello.

Este es el tipo de cosas que solo podrían cambiar con la educación y precisamente por este motivo es por el que no creo que vayan a cambiar pronto. La disección de nuestra educación y la de nuestros hijos también la dejamos para otro día.

Por otro lado, el jueves pasado en el partido de fútbol volvió a tener lugar un espectáculo no menos desagradable por repetitivo. Uno de los que con nosotros juegan tiene, digamos que serios problemas de esputos y la costumbre de dejarlos sobre el terreno de juego. Esta vez los problemas de esputo se vieron agravados con problemas estomacales.

Yo, sabiendo como es y viendo la situación no dije nada pero hubo gente que sí y él se revolvió aunque la cosa no pasó de ahí. Queda la duda de saber cuál es la mejor actitud, la del que en buena ley reprende a sabiendas de que para nada sirve o la mía, quizás más pragmática pero posiblemente también más cuestionable. La respuesta a esa pregunta no la tengo así que mejor me lo apunto y, cuando lo tenga más claro, la escribo. ¿Tercera cosa que dejamos para otro momento? :-O. Bueno, esta, al contrario que las otras, sí que es más probable que la trate.

Un saludo, Domingo.

lunes, 13 de mayo de 2013

Hoy va de ciencia

Todo Conocimiento proviene del Sentimiento ... es la traducción libre de la frase que he leído hoy en la camiseta de un compañero de trabajo. Parece ser que, efectivamente, es una frase que se le atribuye. Nada más terminar la reunión le he dicho que no estaba de acuerdo con la frase y él, en cierto modo lógicamente, me ha dicho que no sabía lo que ponía (probablemente ni le interesara) que simplemente la vio en un viaje a Italia, le gustó y ahora la camiseta está en España, culminando así un viaje que bien pudiera empezar en, digamos, Pakistán.

No me preguntaron por qué no estaba de acuerdo con la frase y yo no lo respondí pero lo respondo ahora. Yo hubiera cambiado la frase. ¿Cómo?. Pues la verdad es que dudaría entre matizar su significado o bien cambiarlo radicalmente. La primera opción pasaría por algo así como: Todo Conocimiento proviene del Sentimiento y el Experimento. La segunda opción implicaría quitar la parte sensiblera de la anterior. No sé cuál de las dos es más cierta, a decir verdad. Mi formación científica me dice que es la segunda. Sin embargo, las corazonadas existen y la razón tiene razones inconscientes que la consciente no entiende. Si entendemos eso parcialmente como sentimiento, quizás pudiera valer solo con la matización. Bien, punto primero listo. Pasemos al segundo.

El segundo tiene que ver con la muerte de dos personas, una conocida y otra no, al menos que yo sepa. El último en el tiempo no es otro sino Constantino Romero, fallecido ayer. Como a mucha gente, me entristeció mucho la noticia. No sé por qué pero aparentaba ser muy buena persona ... a pesar de anunciar colchones :-). Debió ser poco antes de jubilarse cuando salió en un programa de Canal Sur junto con un técnico, de sonido quizás. En su momento, el técnico le pidió ayuda para una pequeña gran jugada. En concreto, su hijo, el típico crío que adora ver El Rey León una y otra vez, tenía problemas para comer y al padre no se le ocurrió otra cosa que pedir al bueno de Constantino que doblara una escena de la película con algo así como ... "Dani, tienes que ser bueno y comértelo todo". Luego el padre empaquetó todo, grabó su DVD y para casa. La cara del niño debió ser para no perdérsela. Ya ignoro si Romero lo hizo de mejor o peor gana pero el simple hecho de que el compañero se decidiera a pedírselo me hace decantarme por lo primero.

La segunda muerte, la primera en el tiempo, tuvo lugar el viernes pasado. Por razones que no vienen al caso acababa de llegar a urgencias cuando, un par de minutos después, llegó una pareja y aparcó en la puerta. Cogieron una silla de ruedas e ingresaron a un hombre mayor, sí, pero de relativamente buen aspecto y rondando quizás, los setenta. Lo único que llamaba más la atención era un ruido característico y repetitivo que hacía con la garganta, ruido muy parecido a otro que hace mi abuela. En cambio, habló un par de veces de forma aparentemente coherente. Así que no tenía ni idea de lo que podía sucederle.

Lo que fuera, bueno desde luego no era porque lo ingresaron de inmediato dándole un trato preferencial de esos que hacen dudar pero que yo, en la duda, prefiero achacar a una situación de real necesidad más que el favoritismo por alguien a quien conoces. La pareja que lo trajo deambuló un tiempo por recepción, a pesar de tener el coche justo en la puerta de urgencias (otra pista de que lo que fuera era más serio de lo que parecía) hasta que finalmente acabó por marcharse. Llegaron un rato después, ya a pie, y estuvieron esperando.

En un momento dado, preguntaron a la persona de recepción si podían saber algo más de este hombre pues su familia era de Canarias y debían llamar para decirles lo que fuera. El chico de la entrada les dijo que esperaran, entró y salió al minuto diciéndoles que el médico hablaría con ellos. Poco después entraron a la consulta y salieron al momento llorando. "Ya ha muerto", le dijo la mujer al celador entre sollozos y se fue a llamar por teléfono. Poco después los llamarían de nuevo para recoger sus pertenencias. Por otro lado, escuché al celador hablar con el vigilante diciéndole que los conocía, que eran vecinos del fallecido y se ve que se lo habrían encontrado con algún tipo de ataque que no pudo superar.

Y es que la vida es así. En un momento estás perfectamente y al segundo siguiente no. Es más, con suerte, al par de horas ya ni estás. Y digo con suerte porque puede ser que te debatas entre el mundo animal y vegetal durante mucho, mucho tiempo. Eso sí que es una lástima ... una lástima que no se escoge. Ignoro los detalles de la enfermedad neurológica que padecía Constantino Romero aunque, extraño en mí, sí que he intentado saber algo más al respecto. No sé si es morbo o qué porque hay otros muchos casos en los que mi interés es más bien tirando a negativo. Como digo, ignoro los detalles pero espero que haya sido algo de aparición reciente y ni él ni su familia hayan sufrido mucho.

Pero como decía en la entrada, esto va de ciencia. Y va de ciencia porque al igual que la muerte de otras personas te hace pensar en la muerte en general y ello te enseña una gran lección de humildad, hay otra cosa que también proporciona humildad a espuertas: la ciencia y más concretamente la astronomía. El hecho de plantearte que no somos (el planeta Tierra al completo) sino una mota de polvo, ni siquiera eso, comparados con las exuberantes dimensiones (en espacio y en tiempo) de estrellas, galaxias o no digamos ya el universo, es de las cosas situadas en mejor posición para bajar los humos de todo aquel que se crea algo.

Hace uno o dos días también leía que "El hombre es una especie en peligro de extinción ... todas las especies lo están". Y volvía pensar en lo mismo. Ciertamente, la vida del sol es limitada y, con ella, la de la Tierra. En el hipotético caso de que el género humano (o algún derivado) siga vivo para entonces, no quedará otra que intentar colonizar otro planeta donde se den circunstancias favorables para ello. Cuando ello ocurra, si ocurre, no estaremos nosotros, ni nuestros hijos, ni los hijos de nuestros hijos .... al igual que, evidentemente, nuestros tatarabuelos y sus antepasados. Otra frase decía que, del hecho de que nuestra probabilidad de morir sea el 100%, debe consolarnos otro hecho, que la probabilidad de nacer (como somos, con exactamente esa combinación genética/ambiental que nos hace únicos) es infinitesimal (y algunos ni eso). Y es que la ciencia tiene eso, igual que te enseña humildad, te da razones para el optimismo. Quizás el hombre sea consciente alguna vez de las cosas que son importantes en la vida. Yo no pierdo la esperanza, aunque, al igual que la de nacer como somos, sea infinitesimal.

Un saludo, Domingo.