sábado, 23 de febrero de 2013

Las vidas de un gato

Los gatos tienen varias vidas, no sé si siete pero sí que varias. En particular pueden ser perseguidos por cuatro o cinco perros y salir siempre indemnes. Imagino que serán su velocidad felina y su agilidad gatuna lo que les convierte en tan refractarios a la muerte. Al menos las seis primeras veces. Sin embargo, también se mueren. Alguno que otro muere atropellado en una autovía y uno o dos días después no está, entiendo que gracias a la eficiencia de algún funcionario de esos que escapa al tópico. O bien de algún empleado eventual de una contrata o subcontrata gestionada por el primo del amigo del cuñado del diputado de turno.

Otros otros cuantos perecen por causas más o menos naturales (contando al hombre entre ellas por ser parte de la naturaleza) que en su mayoría pueden ser conocidas aunque no siempre sea necesariamente así.

Eso pasó con el único gato que he enterrado. Y el caso es que no íbamos buscando ningún gato. íbamos buscando un perro desaparecido que desaparecido continúa. Tras dos o tres días de ausencia todo parecía indicar que algún incidente le había impedido regresar de su último paseo por el campo. Así que, con poca esperanza, dimos una vuelta por alguna de las zonas "conocidas". La búsqueda fue infructuosa y lo único que se podía señalar fue que en un cierto momento, los perros parecieron pararse a lo lejos durante unos segundos. Sin embargo, a primera vista no parecía haber nada allí.

A la vuelta del paseo, regresando precisamente por aquella zona mi mujer detectó lo que parecía ser el cadáver del gato, otro desaparecido, aunque este lo hacía ( y lo hace ) de forma regular. Yo digo que viene a casa a comer y a cobrar para luego gastarse toda la soldada en el "gaticlub". Una de las últimas veces se ve que tuvo una pelea con una profesional, con la madame o el "segugata", no está muy claro. Durante la pelea las retráctiles garras brillaron como facas a la luz de la luna y una de ellas, con la evidente intención de cercenar el órgano olfativo por excelencia, falló en su intento no sin antes dejar un profundo corte en el mismo.

Quizás esa fue la segunda vida, no sé. Lo que sí sé es que la primera la perdió en otro lugar, allí por donde paseábamos. Bueno, a decir verdad no está confirmado que fuera este gato y que haya resucitado, cabe también la posibilidad de que fuera otro. Como los asiáticos, los gatos pelirrojos también nos suelen parecer iguales a los occidentales.

Confundidos, o quizás no, por la coincidencia cromática (de todas formas aunque no hubiera habido coincidencia cromática estoy convencido de que hubiera pasado lo mismo) procedimos a proporcionarle cristiana sepultura al desgraciado minino. Y allí que cavé yo la tumba. Por cierto, hay que ver lo que hay que cavar y la de piedras que te puedes encontrar incluso para enterrar un gato que no debe pesar más de 6-8 kilos. 

Solo un par de días después; al día siguiente, de hecho, todavía con la pena de la pérdida canina, descubrí que el gato estaba vivito y coleando. Sobre todo esto último porque se sigue fugando de forma frecuente para gastar la soldada en Dios sabe qué lupanares mientras las ratas se mueren ... de risa.

Un saludo, Domingo.

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