Desde hace unos meses ya no es lo mismo. La enorme fuerza interior de Pepe le ha desgarrado desde dentro en forma de pertinaz y malhadada hernia que el sistema andaluz de salud se empeña en no operar todavía (no sé ahora con acierto sabiendo que ahora estamos en verano y a las vacaciones de los médicos se le une la natural querencia que tienen las infecciones por los ambientes cálidos y húmedos.
Por otro lado, un año después reponen el gran éxito del verano pasado pero cambiando de protagonista y ahora el parado no soy yo, pero es otro de los miembros del fútbol sabatino tras una veintena de años trabajando en la misma empresa. Ya lo decía Gardel: 20 años no es nada.
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Esto empecé a escribirlo en verano, como bien puede verse, y dejé el borrador para acabarlo algún día. Pues bien, ese día ha llegado. Empezaré primero por rememorar la escena que dio origen a esta entrada. Aquella mañana de sábado, como tantas y tantas, tuvo lugar la sempiterna discusión acerca de si al jugador que menos se mueve, muy poco para defender y algo más pero tampoco de forma excesiva para atacar, hay que pasarle el balón o no y si hay que hacerlo como se le pasaría a otra persona, en carrera, o no. Ciertamente es una persona que tiene problemas de movilidad que se solucionarían con lechuga cuando no con esa carrera que se le exige.
No voy a dedicarle más tiempo porque ni es mi intención ni serviría de nada, mejor paso a relatar lo que ocurrió aquel día. Andaba yo por la banda opuesta a la del susodicho no sé si tras haber cortado un balón, haberlo recibido o qué pero tenía que decidir qué hacer. Decir que mi técnica es limitada es probablemente benevolente pero eso no impide que alguna vez se pueda intentar algo. Sobre todo si no incluye un regate de esos de llevar pegamento en las botas. Este podía ser muy bien el caso. Hice un giro de 180º y disparé a puerta sin oposición clara pero a pesar de que el ángulo era bastante cerrado. Fallé el tiro.
A continuación recibí una reprimenda por no haber pasado a la otra banda donde esperaba nuestro varado buque escolta reconvertido, a veces pasa, en nao capitana. Comenté que no había nadie en la portería y que había tirado y la respuesta no pudo sino sorprenderme. En concreto me fue reprochado que lo hiciera porque "para hacer eso hace falta calidad". No dudo que el comentario fuera en broma pero igualmente, en broma si era en broma o en serio si iba en serio, contesté:
"Entonces la próxima vez no te la paso porque para llegar al balón hace falta velocidad".
Lo más curioso del caso es que si juntaran nuestras virtudes saldría un jugador medianamente potable. Él tiene y siempre ha tenido mucha más calidad que yo pero por alguna extraña razón la calidad se muestra mejor con un talle de avispa y este no es el caso. Por otro lado, para defender o para ser portero no hace falta mucha calidad y esas son, posiblemente, las labores en las que, si bien no descuello, al menos tampoco es que lo haga del todo mal. Resumiendo, si nos juntaran a los dos saldría un 50% de Pepe ... quizás.
Hablando de Pepe, a ver si organizo una sorpresilla ahora que parece que le van a llamar para que lo vea el cirujano. Esperemos que la cita para la operación no se la den para muy tarde y pueda volver a los terrenos de juego por su 74 cumpleaños. Sería un gran regalo ... para nosotros. Y si encima se corresponde también con la vuelta a los terrenos de juego de Jose que continúa su formación mientras encuentra esa nueva empresa que dure otros 20 años, miel sobre hojuelas.
Un saludo, Domingo.
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